CALLE 13: ENTRE LA SIMÓN BOLÍVAR
Y LATINOAMÉRICA
Gaspar Velásquez Morillo
La fecundidad espiritual de un Continente Latinoamericano busca expresarse más allá del alfabeto, más allá de un paisaje sembrado de huesos, ya no es un insípido mensaje de nube; pero si es el rumor de un río humano que ya se le ve el rostro desde México hacia el Sur.
Son las huellas dactilares de la nueva interpretación de la historia.
Señale Ud. con su dedo un punto en el Continente Latinoamericano y allí el pueblo, amalgamiento de estudiantes, trabajadores, campesinos, mujeres y hombres, niños y niñas; con sus creadores y artistas, que son cocuyos que irradian luz musical para iluminar y tomarnos de las manos y retomar así el sendero de donde venimos, a pesar, muy a pesar del desdén opresor.
Las nuevas letras y composiciones surgen de las grietas y de las hendiduras de las verdes espesuras, de las manos callosas y de la mucha sangre ya descolorida –de la que vino de África y de la que estaba aquí- pero que a pesar del tiempo aún nos duelen quienes se atrevieron a darlas para regar ilusiones y sueños de vernos sin cadenas y estamos comprometidos con ellos y por ellos.
Hay que definirse. Es la lucha de expresar los sentimientos de todos y todas o la seducción por la fama y el dinero. Es la lucha comercial contra un sello disquero que hace surgir y sucumbir en la brevedad de un segundo.
Vaya el aplauso por la consistencia de armar nuevas palabras con las mismas letras pero que signifiquen que existimos y que estamos tatuados en el verdor, en las serranías, desiertos, ríos y lagos, en el vuelo majestuoso de un ave libre. Lo otro es callarse con la asfixia de una portada de revista o carátula de un afiche.
Cualquiera que sea el ritmo en el Continente Latinoamericano, son danzas y cantos a la vida. Así nos hagan beber sangre, nuestra propia sangre pero nos resistimos valor a silenciar nuestra alegría. Silenciarnos es morir.
Calle 13 y las calles de Latinoamérica son todas las calles que hablan, que sienten, que palpitan, que gritan sus propios dolores y alegrías y ya, y ya, a esta altura después de tantas lecciones y laceraciones no le podrán poner como la tapa al frasco para envasar un pueblo al vacío.
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